domingo

Niñas tontas

A pocos minutos de que el sol se escondiera tras el mar recitó para si misma los versos por última vez. Aunque la luz ya no molestaba se dejó puestas las gafas de sol para ocultarse a si misma unos ojos sonrojados e hinchados. Estaba sola, sentada sobre una roca bajo un pino mirando el final del atardecer y recordando viejas canciones que ya no volverían a sonar. Encendió un cigarrillo con la calma propia del momento. El ruido de las olas rompía el silencio contra las rocas. Expiró el humo que se diluyó en la inmensidad poco más allá de la última rama del pino. Pasó un dedo por su brazo, recordando sensaciones, sintiendo recuerdos. Le costaba respirar. No era por el tabaco, era algo diferente. Era como si no pudiera llenar los pulmones, como si una fría coraza de hierro no le dejara hinchar el pecho. Le oprimía en lo más hondo de su caja torácica, a la altura del esternón. Miró el mar tintado de ocre y se imaginó sumergida en él para toda la eternidad. Quería sentir esa paz que solo se puede sentir cuando no hay más que agua a tu alrededor. Lo necesitaba, lo necesitaba tanto como dejar de recordar. Una nota grave explotó en su cerebro y una lágrima se deslizó por su mejilla. Dio otra calada y se secó con la manga de la camisa. Llorar es de niñas tontas. Apagó el cigarrillo con violencia, miró al mar una vez más y empezó a caminar. Sus dedos rozaron el áspero tronco del pino al pasar. El sol se hundió en el mar.

3 comentarios:

HUK dijo...

Muy grande el texto...adorable...
salud!

Anónimo dijo...

llorar es inevitable, solo depende de si te debilita o te sirve para coger fuerzas..

Cristina dijo...

Esta entrada me gusta mucho =)

(voy a seguir cotilleando.. ya que no tengo nada mejor que hacer sola en casa, jujuj...)