miércoles

Esquivando

Transcribo una conversación que he tenido esta misma mañana:

Compañera de trabajo (C de ahora en adelante)- Mañana viene mi hermana a verme y os la presentaré.
Yo (S de ahora en adelante)- ¿Está buena?
C- Tiene novio.
S- Ya, pero ¿está buena?
C- Tiene 25 años.
S- Aha, ¿está buena?
C- Normal.
S- Pues eso.

¿Era tan difícil contestar a la pregunta la primera vez que la he hecho? Que manía tiene la gente de esquivar temas intentando que tu pierdas el interés por saber. Tratándose de mujeres es difícil que yo pierda el interés.

domingo

Hoy voy a dormir desnudo.
No es la primera vez, ni sera la última; pero esta es importante.
¡Que cojones, hoy voy a dormir desnudo!

martes

78 aniversario de la II República Española


¡Viva la República!

jueves

Una historia II

Capitulo II: El vagabundo

Noté un fuerte golpe en la cabeza y desperté sobresaltado. Una figura a trasluz. Me incorporé con dificultad y, usando la mano como visera, distinguí a un indigente con un bastón.

-Me cago en la santa madre de Dios y toda su jodida familia. ¿Se puede saber que hace usted?-Pregunté con educación.
-No blasfemes.- Me increpó el vagabundo, que mientras se iba perfilando vi que era un hombre mayor con una curiosa chaqueta hecha de retales.
-¿Por qué?- Pregunté intrigado.
-Es simple, porque irás al infierno.
-Vengo del infierno, ¿acaso usted no?
-No me gusta tu tono, jovenzuelo.- Contestó con media sonrisa delatora.
-Y a mí no me gusta que me den con un bastón.
-Pues aparta de mi césped.
-Lo siento, ¿es suyo este césped?- Pregunté con cierto sarcasmo, mientras me levantaba.
-Pues sí- Contestó satisfecho -Mira el cartel.
Efectivamente, en la dirección que me señalaba el curioso viejo había un cartel que ponía “No pisar el césped” y debajo, escrito a mano, “Propiedad de José Antonio”.
-Asumo que usted es José Antonio.
-Efectivamente, ¿y tú eres?
-¿Qué importa quién soy yo?
-Entiendo, por la maleta y el acento asumo que no eres de por aquí.
-Asume usted bien, Josan; ¿puedo llamarle Josan?
-No- Respondió rotundamente -Me caes bien, extranjero, dejaré que te sientes en mi césped.
-¿No tendrá usted un cigarrillo, verdad?
-Fumar es malo.
-Entonces no tiene.
-No.
-No tiene o no no tiene, es decir, tiene.
-¿Tú eres tonto?
-Un poquito, le apetece dar una vuelta.
-Lo siento, pero si me muevo de aquí alguien se sentará en mi césped.
-Entonces me marcho.
-Puede que volvamos a vernos, extranjero.- Con un sonrisa me hizo un saludo militar.
-Eso espero, José Antonio, eso espero.
No volví a verlo. Mientras remontaba las ramblas de esa desconocida ciudad pensé en ese viejo hecho de retales, trozos de pequeñas experiencias que cosidas con sumo cuidado unas a otras formaban una curiosa chaqueta. Un hombre con un bastón y una chaqueta de retales temeroso de Dios y vigilante sagrado de una parcela de césped junto al puerto.

Salí del estanco y apresuradamente encendí un cigarrillo. Según mi reloj eran las tres de la tarde. Las ramblas morían en una gigantesca plaza. Básicamente era una explanada con un estanque y en el centro de éste una estatua de granito de un hombre arrodillado y con los brazos extendidos encadenados a un par de estacas. En la parte derecha del pecho tenía un marca: dos lanzas cruzadas envueltas por un círculo de llamas. Gente y palomas por doquier y algún quiosco de chucherías. En un extremo de la plaza había algo parecido a un punto turístico y me acerqué a él sin mucha esperanza. Después de una interminable cola de turistas me llegó mi turno.
-Disculpe, buscaba un hostal económico para pasar algunos días.
La chiquilla del mostrador me miró con desinterés y extendió un folleto. Lo ojeé por encima, parecía una guía para mochileros. Puede que algo me sirviera.
-Disculpe.- La chiquilla me miró como si fuera una mosca cojonera.- Es que soy nuevo por aquí, ¿no tendrá un mapa?
-Última página.- Me indicó con desinterés y siguió ojeando su revista de moda.
-Gracias.

Me senté un banco, encendí un cigarrillo y empecé a ojear con desesperanza la guía para mochileros de mi nueva ciudad. Al fin y al cabo, por algo se empieza.