sábado

La chica de las rastas rubias

Ayer, como no, salí de fiesta. Fuimos a una discoteca con música muy variada y alcohol muy barato. Acabé muy borracho. Hasta ahí, todo bien, lo de siempre.
Estabamos en un grupillo de unas personas, bailando y haciendo el capullo. Entonces se acerca la chica de las rastas rubias y empieza a gorronear de nuestros cubatas. Como estaba tremenda todo el mundo le dio (somos tíos) y con la coña de eso empecé a hablar con ella, pero no me hizo mucho caso. Al cabo de un rato volvió a gorronear más y hablé un ratillo más con ella pero como no le di alcohol pasó de mí y fue a mis amigos. Cuando me volví a encontrar con ella le dije que era una zorra, pero se lo dije educadamente. No es que me molestara que se hubiera liado con unos cuantos tíos, mejor por ella, pero jugar con el rollo de hacerte caso solo para que la invites y después pasar de tí me pareció muy zorril. Y se lo dije. Discutimos un poco, nada grave, y entonces vino uno de los colegas y la espantó. Pero se ve que a la tía le puso que la insultara por que al cabo de un rato dejó de hacerse la ofendida y volvió, y esta vez no quería alcohol. Hay que decir que ella estaba muy borracha, aunque yo también. Y estaba tremenda.
Bailamos un poquito, cada vez más agarrado, y aunque ella se me acercaba, le iba hacerse la interesante y no me lo ponía tan fácil. Al cabo de un rato se fue, otra vez. Y al cabo de un rato volvió, otra vez. Y seguimos tanteando la situación. Parecía que la tenía a punto de caramelo, pero se me volvió a escapar. En este punto mis amigos se fueron a dormir, que al día siguiente madrugábamos por una reunión de trabajo, pero como yo soy inmortal y puedo no dormir un día sin ningún problema me quedé para realizar mi misión.
Estuve paseándome por ahí, bailando solo, bebiendo más y oteando el horizonte. Y entonces la vi, estaba hablando con un chico. Me acerqué, qué cojones. El chico, muy borde, me dijo que ella estaba demasiado borracha y que me pirara. Me fui a seguir haciendo el gilipollas solo, yo a mi rollo, ya la pillaría suelta.
Se acabó la música, ya eran las seis de la mañana, fui al guardarropa y recogí mi chaqueta. Justo a la salida, me encuentro a la chica de las rastas rubias con otro chico. Volví a acercarme, era mi última oportunidad y lo último que se pierde es la esperanza. Estaba vez el chico fue más simpático, pero me dijo que ella estaba demasiado borracha y que se la llevaba a casa. Pues nada, encendí un piti y empecé a caminar. En dirección contraria. De puta madre, soy un campeón.
Después de vagar media hora por la zona encontré una parada del metro, aunque no era a la que debía ir. Cogí el metro, y dos transbordos y innumerables paradas después llegué a casa. Por fin. Nada más rozar la cama me llaman mis amigos, que me había quedado dormido y que llegaba tarde a la reunión, pero esa ya es otra historia...
La cuestión, otra vez que se me escapa una oportunidad fácil (y la segunda en una semana). No sé que me pasa, pero últimamente tengo muy mala suerte con las mujeres. Es una putada quedarte a las puertas, que te dejen oler la galleta y después te la quiten de las manos. Lo tenía a puntísimo, esta vez el alcohol me ha jugado una mala pasada. Bueno, por lo menos mientras bailabamos le metí mano hasta hartarme. A falta de pan...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hijas de puta, odio a las tías que vienen a gorronear alcohol. Yo ya soy inmune, por muy buenas que estén, no sacan nada de mi. Es más he desarrollado una habilidad para dejarlas en ridículo y con ello provocar su posterios suicidio.

Bueno, lo del suicidio es mentira, pero si le pego unos cortes bastante interesantes.

Todas putas.