viernes

Cazando estrellas

Me tumbo en la arena. Por un rato ignoraré la fútil compañía y me retiraré a mis pensamientos. El vodka ayuda. El mar ennegrecido se agita y se retuerce poderoso, intentando conquistar la tierra, pero con cada abatida debe retirarse, dejando tan solo heridas en la arena. Las heridas cicatrizan y los recuerdos se olvidan. La playa de noche me trae recuerdos nostálgicos. Querida tierra, no queda mucho. Aparto los dolorosos pensamientos de mi mente y me tumbo en la arena. Hace frío. El vodka y mi querida chaqueta luchan con pasión contra la brisa del mar. Gana la brisa. Escalofrío. Miro el cielo. Hacía años que no miraba el cielo; lo veía pero no lo miraba. La verdad es que de niño me gustaba mirar embobado el cielo nocturno lleno de lucecitas parpadeantes, anonadado por la inmensidad del universo. Miro el cielo y me absorbe.



Flotando en el vacío, desnudo. Me deslizo por el espacio, surcando la nada, buscando mi presa. Veo una tímida estrella titilando solitaria. Caigo en picado sobre ella. La rodeo con brazos y piernas. Su luz pasa del amarillo intenso al naranja rojizo. Agonizante reúne sus últimos esfuerzos en una explosión mortal. Una luz blanca lo inunda todo.


Abro los ojos y contemplo todo lo que me rodea: Arena, mar, cielo, amigos borrachos. Todo apenas iluminado por la luna creciente. Suspiro y enciendo un cigarrillo. El humo sube en espiral hacia el inalcanzable cielo y la brisa del mar lo diluye en la noche. Se acerca un ente de semblante fantasmal, trayendo dos vasos y una botella de vodka medio vacía, medio llena, medio algo. “Bebamos” me dice. Bebamos entonces. Bebamos hasta vomitar recuerdos.

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