Para todos aquellos que no lo sepan, el fin de semana pasado estuve en el
Getafe Electric Festival con unos amigos. Fue un finde grandioso con muchas risas, buena música y lluvia.
Para los vagos, se podría resumir en lo siguiente:
Lo bueno: Fue un festival.
Lo malo: Fue un festival.
Si te has quedado con las ganas de saber a que me refiero, continúa leyendo. Ponte cómodo que la cosa va para largo.
La cosa se merece algo más de dos lineas así que voy a relatar lo vivido en dos partes: La primera, ésta, con la introducción, los días anteriores y el viernes. La segunda describirá el sábado, los días posteriores y las conclusiones.
Empecemos.El año pasado
Sir Andreu y yo fuimos a la
semana medieval de Montblanc donde disfrutamos de una agradable semana regada con cerveza y un concierto increíble de
Lándevir,
Ars Amandi y
Saurom. Nos prometimos que cada año volveríamos a Montblanc por esas fechas para disfrutar de tan maravillosas fiestas. Así que nos pasamos todo el año ahorrando para poder pagar el viaje. Grande fue nuestra pena al enterarnos de que este año cambiaría radicalmente la fiesta para adaptarse mejor a los gustos de los jóvenes del pueblo, así que cambiaron el folk metal por rumba y ska catalán. Como ya teníamos el dinero y las ganas de buena música empezó la busqueda de otros concierto a los que poder asistir. Barajamos muchas opciones:
Viñarock,
Monsters of Rock,
bbk,
Vía de la plata festival y otros muchos; pero ninguno nos acababa de convencer. Navengado por ese gran mar de información que es internet surgió otro nombre: Getafe Electric Festival. Era un festival que empezaba ese año. Las cabezas de cartel eran
Metallica y
Rage Against the Machine, dos de mis grupos favoritos. Le propuse la idea a Andreu y se mostró tan ilusionado como yo. Así que empezamos a organizarlo todo. Se lo propusimos a amigos y conocidos y acabamos siendo cuatro: Andreu convenció a Juanlu y yo a
Carlos. Dos semanas atrás se lo comenté a Xavi, un compañero de curro, y se subió al carro. Ya estabamos todos, podía empezar la fiesta, pero empecemos por el principio.
Una fría madrugada de primavera un rayo surca el cielo. Se oye un llanto. Es el inicio de un mito, el nacimiento de la leyenda.Avancemos veintiun años dos meses y veintiun días: El martes pasado. Apenas duermo, estudiando. El miércoles, más de lo mismo. El jueves, hago el examen y por la noche quedo con Carlos que se viene a mi casa y nos bebemos dos litronas, dos tercios y los restos de una botella de dos litros de coca-cola y vemos una peli y media. Me ducho, me visto, hago la maleta y hacia el aeropuerto sin dormir. Aquí empieza la aventura, son las cuatro de la madrugada.
Llegamos al aeropuerto. Carlos factura su maleta, después nos tomamos un café y un bocadillo de jamón y queso. Ya estamos acabando cuando llega Xavi, atamos su tienda y la mía con cinta y facturamos los dos. En la cola ya vemos varios grupillos de gente que tiene toda la pinta de ir al festival. Xavi y yo subimos primero al avión, dejando a Carlos que espere veinte minutillos al suyo. En el avión leo, a pesar de que corra riesgo mi virilidad al confesarlo, una revista de moda femenina. Xavi y yo cruzamos opiniones acerca de las modelos y de lo caros que están los complementos. Duermo casi todo el vuelo.
Llegamos a Madrid. Llamo a Andreu, él y Juanlu están en una zona de fumadores cerca de allí. Vamos juntos a buscar las maletas. Después nos sentamos en el suelo a esperar a Carlos mientras comemos un bote de Pringles (cuando haces pop ya on hay stop) que Xavi ha traído. Poco después nos llama Carlos. Está en la terminal dos y nosotros en la cuatro, como somos mayoría se pilla el bus y viene. Cogemos el metro. Hora y media de viaje después bajamos en una remota estación de un polígono industrial junto con dos andaluces tatuados. Nos paramos a preguntar a un transeunte. Nos indica la dirección y después los andaluces le preguntar si sabe dónde hay putas. Durante los tres cuartos de camino que hay hasta el camping nos deshacemos de ellos, que no pueden seguir nuestro ritmo (sí, hay alguien que no puede seguir el ritmo de Andreu).
Llegamos al camping ilusionados. Una zona boscosa llena de tiendas de campaña y heavies: El paraiso. Después de proponer cuatro sitios, por fin encontramos uno, bastante alejado de todo, al gusto de Xavi. Es un poco exigente, el niño. Montamos y vamos a por unas birras. Primera sorpresa: Dos euros el vasito y seis la litrona. Mientras conversamos animadamente me encuentro unos chicos de mi facultad que conocí
una noche que apenas puedo recordar. Volvemos a la tienda y nos echamos una siestecita. Nos despertamos dispuestos: que empiece la diversión.
Mientras vamos camino del autobús que nos llevará a la zona de conciertos empieza a llover. Andreu y Juanlu, que van en manga corta se congelan los huevecillos. Llegamos sobre las cinco de la tarde. El lugar es un gran recinto. Al fondo está el escenario principal, majestuoso. En la parte del medio hay una torre con una gran pantalla y unos baffles para la gente que no alcanza a ver el escenario. Al principio está el escenario secundario, cubierto y una carpa donde venden comida. Por el recinto hay esparcidos varias barras, la zona de venta de ticket, la de las camisetas y un mercadillo. Como aún llueve un poco nos vamos directos al escenario dos, donde toca Nothink. Llegamos a ver tres canciones, que se pueden resumir en el comentario del Xavi: "¿Es cosa mía o han tocado la misma canción tres veces?". Después tocó Biffy Clyro en el escenario uno.
Pausa explicatoria. A pesar de haber dos escenarios en ningún momento se solaparon dos conciertos. La razón de haber dos escenarios es que la mayoría de conciertos se alternaban de un escenario a otro y así mientras en un escenario tocan, en el otro preparan el próximo concierto. Así, cuando acaba un concierto, vas directo al otro escenario donde está a punto de empezar otro concierto. Un sistema genial.Volviendo al tema, estaba diciendo que empezó Biffy Clyro. Escuchamos desde la lejanía una canción y media y huimos espantados. ¿Dónde fuimos? A la venta de tickets. Segunda sorpresa, la bebida era aún más cara aquí: seis euros el cubata, ocho el cubalitro de birra o kali. Carlos y yo nos pedimos a regañadientes unos cubatillas. Además garrafón. Fuimos a visitar el mercadillo y Andreu y yo compramos unos cinturones. Sufrí las burlas de Carlos y Xavi, pero salí de allí todo orgulloso con mi cinturón nuevo, que tres días después estaba ya roto. Entonces fuimos a ver a Millencolin, que empezaba en el escenario dos, ya que a Xavi le gustaba. Mientras huíamos del concierto Andreu y Juanlu se encontraron una amiga.
Pausa explicatoria. Estoy diciendo que huímos de muchos conciertos, ésto es por que el primer día la mayor parte de grupos era de punk-rock o rock alternativo. El día bueno sería el sábado, cuando predominaría el metal.Fuimos a buscar sitio para
Serj Tankian en el escenario uno, un gran músico ex-
soad, que a Xavi y a mí nos gustaba mucho. Disfrutamos de Serj muy cerca del escenario y he de decir que fue un orgasmo de concierto. Relativamente poca gente, buen ambiente y genial música. Salté, canté y bailé. Salimos de allí extenuados. Entonces empezaba
The Cavalera Conspiracy en el escenario dos. Aquí ocurrió el primer cisma. Xavi y yo queríamos ver a los hermanos Cavalera (anteriormente conocidos como
Sepultura) y Carlos, Andreu y Juanlu querían descansar. Cada uno fue por su lado, como yo ya no tenía batería les dimos el número de Xavi para ponernos en contacto. Cuando entramos en el escenario dos el concierto ya había empezado así que nos fuimos abriendo paso hasta un punto intermedio en el que la gente no está quieta pero aún se puede respirar. Entonces empezaron las
ollas. Hacía mucho tiempo que no sudaba tanto.
Pausa explicatoria. Las ollas, también conocidas como pogo, moshpits o simplemente pits. En la mayoría de conciertos "un poco" duros (Death metal, nu metal, black metal...) se suelen formar unos circulos vacíos donde la gente se mete para empujarse y darse codazos. Puede parecer estúpido, pero es realmente divertido y desahoga mucho. Además, al contrario de la creencia popular, reina el buen rollo en las ollas. Para empezar se intenta molestar lo mínimo posible, los límites entre la olla y el resto de la gente están bien delimitados y aunque puede que en algún momento salgas disparado hacía ellos (que te devuelven adentro de un empujón), lo normal es que los de fuera no reciban ningún golpe. Además no hay malos rollos, si hay algún golpe demasiado fuerte se piden disculpas (como lo oís) y se intenta no dar patadas ni golpes en la cara; es cierto que ocurren accidentes, pero es el riesgo de entrar. Además, aunque desde fuera parezcamos salvajes, cuidamos los unos de los otros. Si alguien se está a punto de caer se le echa una mano, si alguien cae, cosa común, la gente de su alrededor le echa una mano para ponerle en pie. En resumen, a pasarlo bien sin joder a los demás. Esa es la idea, y así ocurre en las ollas bien organizadas.Salimos a la mitad del concierto exhaustos y algo magullados. Descanso para mear y encontrarnos con los demás. Mientras esperabamos vimos en el suelo un ticket de cubata y lo canjeamos en la barra por botellines de agua. Llegaron los demás y fuimos a
The Offspring. No estuvo mal, pero lo bueno estaba por llegar: Rage Against the Machine.
Nos acercamos todo lo posible al escenario para ver a los dioses. Conseguimos unos buenos sitios y esperamos. Y esperamos. A mi lado había un gilipollas haciéndose el interesante hablando de chamanismo y drogas alucinógenas; por lo poco que sé de esos temas puedo decir que era un capullo. Empezaron una hora tarde, pero fue oir la guitarra y olvidar la espera, el cansancio y a los gilipollas de mi lado. Pero el sueño se convirtió en pesadilla. La gente de atrás empezó a empujar sin miramientos hacía adelante, los de alante hacia atrás y los de cada lado igual. Esto hacía que se formaran mareas humanas de miles de personas que te aplastaban y te zarandeaban. Un descontrol. Vimos mucha gente que salía de allí y después de dos canciones nosotros hicimos lo mismo.
Retrocedimos hasta la zona de la gran pantalla, donde podiamos es
tar más tranquilos y disfrutar de la música. O eso creía. A mi izquierda había unos chicos extremadamente drogados (y es irónico que yo diga eso), que no hicieron más que tocar los huevos: Saltaban encima tuyo, te golpeaban, cantaban los estribillos cuando no tocaba y hasta hacían los solos de guitarra con la boca. Eso es un pecado capital: las guitarras se escuchan, no se cantan. Incluso así, disfruté como un niño de unos de mis grupos favoritos. Nada puede empañar el recuerdo de haber visto en vivo a los RATM tocando Killing in the name of, nada.
Al salir de allí tenía ganas de ver a
Queens of the Stone Age, pero como todo el mundo estaba muy cansado, yo inclusive, lo dejé correr. De camino al autobús encontramos una fuente caída del cielo. Llegamos exhaustos al campamento y nos dormimos como angelitos (o demonios). Bueno, la verdad es que pasé algo de frío por la noche, ya que el saco que me había prestado Xavi era infantil (que cabronazo) y apenas me cubría hasta el la barriga, así que a media noche me desperté y me puse la chupa.
To be continued...