Salí del enésimo hostal para turistas de mochilas de la guia. Llevaba toda la tarde caminándome la ciudad de hostal en hostal y en el fondo todos eran iguales: habitaciones compartidas, recepcionistas sonrientes y desayuno incluído a un precio que yo no podía pagar. Estaba anocheciendo, y yo, cansado, me senté en un banco de una plaza cercana. Encendí un cigarrillo y el humo errático en el atardecer parecía una caricatura de mí, dando vueltas sin saber donde ir. Las notas punzantes de un ukelele salieron de detrás de un arbusto. Una melodía melancólica y rasgada, jamás hubiera pensado que un instrumento de juguete pudiera tocar algo tan real.
- ¿Tienes problemas, extranjero? -Preguntó un joven sucio que se camuflaba entre las plantas.
- Más bien contratiempos.
- Me gusta tu cara, es... exótica -dijo con un tono de voz misterioso.
- No sé que te habrás pensado -dije preocupado, levantándome- pero no me va tu rollo.
- Cállate y siéntate. -Me ordenó sin parar de tocar esa curiosa melodía. Así lo hice y continuó con voz más calmada.- ¿Me invitas a un cigarrillo de esos?
Me levanté y le acerqué el cigarrillo. Paró un momento de tocar para encenderlo y me extendió la mano.
- Me llaman Dedos, -se presentó- ¿y a ti?
- A mí no me llaman. -contesté seco, mientras el continuaba tocando- ¿Viene del ukelele?
Me miró extrañado.- El nombre -Aclaré.- viene de que tocas el ukelele.
Sin responder a la pregunta y sosteniendo una nota con la diestra sacó mi cartera de su bolsillo con la mano libre y me la lanzó.
- Entiendo. -Respondí.
- ¿Qué haces aquí?
- Fumar en un banco, ¿y tú?
- Tocar el ukelele. ¿Dónde vives?
- Donde pueda.
- Ahá. -Respondió, aunque no parecía del todo satisfecho con mi respuesta y continuó- ¿Tienes dónde dormir?
- No.
- Conozco un sitio, -dijo levantándose y colgándose el instrumento al hombro- sígueme.
No me moví del banco, acababa de conocer a ese chico y viendo lo visto, no me fiaba mucho de él.
- ¿Qué ocurre? -preguntó.
- Las manos quietas. -y añadí- En todos los sentidos. -No tenía claro si aquel chico era el mejor ladronzuelo que había visto o tan solo un homosexual que tocaba el ukelele. Fuera como fuera quería sus manos lejos de mí.
- Prometido. -Dijo sonriendo con dos dedos levantados.- Aquí estarás a salvo.
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