miércoles

Huracán etílico

He leído esta noticia esta mañana en el periódico metro que leo en clase (también hago sudokus):


Huracán etílico

"El fin de semana ha sido un tornado de botellones y revueltas juveniles, de embestidas a la policía y cargas (éstas, dialécticas) de políticos y encargados de la Sanidad en nuestro país. Un viento cálido de primavera un tanto pasado por agua. Llevamos varios días volviendo a hablar del botellón, las costumbres disipadas de nuestros jóvenes, el Apocalipsis y el fin del mundo. A más de uno le gustaría contratar a una supernanny como la de la tele para controlar sus nenes, que de críos consentidos y monísimos han pasado a ser unos adolescentes desmadrados que beben calimocho en los parques mientas pegan a les viejas. Y encima van y lo graban en el móvil. Bien pensado, a muchos les encaría que la supernanny Estado se pusiera las pilas y, puestos a prohibir, ya lo prohibiera todo. Ni botellón, ni música en la calle, ni sexo con o sin, ni porros (por supuestísimo), ni nada de nada. Los jóvenes son el futuro del país, y con estos jóvenes (parece que piensan algunos) no sólo vamos de cráneo sino que, a la mínima, nos invaden los de por abajo y esto se convierte de nuevo en una nación islámica. Los jóvenes deben ser un cruce entre Josemaría Escrivá y esos mormones rubitos y trajeados que, de dos en dos, salen del imperio con intención de adoctrinarnos a todos en sus creencias, Biblia en mano. En fin, que eso de que nuestro futuro se mame cada fin de semana porque sí preocupa mucho a los poderes fácticos y trae de cabeza a las mamás de medio país.

No se engañen por el tono de coña de esta columna. Claro que los desórdenes, si se llevan a extremo pasan factura. Y que un botellón mal entendido podría conducir de cabeza al alcoholismo a más de uno. Pero es que eso de que los excesos son malos deberíamos plantearlo desde la óptica contraria. No sé a ustedes. Pero a mí no me gusta nada el Estado policial que entre todos estamos ayudando a crear. Las libertades individuales brillan más por su ausencia, y dentro de poco habrá que pedir permiso para beneficiarse a la pareja, por aquello de la capa de ozono. Los jóvenes beben, sí. Nos rasgamos las vestiduras porque nosotros jamás hicimos algo parecido, no nos fuimos nunca de juerga, nunca transgredimos las normas. Fuimos corderitos que balaban al son que nuestros mayores marcaban... Vamos, por favor, no me hagan reír. Si uno no se suelta un poco a los 18 años, si no se rebela contra lo establecido, ¿cuándo lo va a hacer? Los vecinos se quejan del ruido, del jaleo, de la suciedad que el botellón supone. Lógico. Quizá la solución pase por habilitar unos espacios libres de vecinos antes que prohibir, prohibir y prohibir. ¿La diferencia entre un poco de mano izquierda y la mano dura de supernanny Estado? En Granada todo fue sobre ruedas y miles de personas festejaron la llegada de la primavera. En Barcelona (con una ordenanza cívica para controlar que los jóvenes no sean violentos), por desgracia, no sucedió así."

Sí señor. A tus pies.

Resumiendo, es todo lo que quise decir, pero dicho mejor y en menos espacio.

Esperaré tu próxima columna con impaciencia.

Columna de 21 de marzo de 2006 en el diario gratuito metro, por Fernando Peña Charlón. Si hay algún problema con la reproducción de la columna, ponerse en contacto conmigo.


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